Vivimos con los niños y los acompañamos, cada día, centrando nuestra mirada en un profundo respeto hacia sus procesos de vida, de forma que se sientan reconocidos, aceptados y estimados. Sentimos que el reconocimiento y la aceptación de la persona, tal y cómo es, permite un crecimiento en equilibrio y bienestar.
Este acompañamiento respetuoso permite que muchos niños conecten con el deseo para aprender. Toda persona no tan sólo siendo el deseo de acontecer aquello que en potencia ya es, sino que también necesita existir dentro de unos parámetros de bienestar.
Hace falta, centrar la práctica docente en un enfoque integral que acompañe la educación de la persona en su totalidad; educar toda la persona implica tener en cuenta que no sólo es “razón” sino que tiene varias inteligencias que la educación tiene que potenciar y a las cuales el sistema educativo tiene que dar respuesta para que puedan ser desarrolladas.
Tenemos que apoyar a los niños en su desarrollo hacia la libertad en el trabajo y en los conocimientos, teniendo presente en todo momento que en ellos no hay nada estático, sino que todo niño es un impulso dinámico. En la Pedagogía Waldorf, se trabaja por septenios que representan las etapas evolutivas del niño y adolescente. La primera infancia abarca hasta los siete años y su actividad central es el desarrollo del cuerpo físico. En la infancia media desde los siete a los catorce años, el conocimiento del mundo se realiza a través de la imaginación y el tercer septenio, la adolescencia, es el período de maduración de la personalidad y cuando se termina de desarrollar la capacidad intelectual del joven.
Entendemos la escuela como un espacio de acompañamiento y respeto por los procesos de vida de los niños. Convivimos con los niños y las niñas con la voluntad que se sientan reconocidos, aceptados y estimados y puedan crecer en equilibrio y bienestar. En todo este proceso las maestras acompañamos los niños, los observamos, estamos presentes, proponemos, no condicionamos y no hacemos juicios. Las maestras preparamos los ambientes y organizamos el tiempo y el espacio para favorecer la autonomía en el aprendizaje de los niños y de las niñas, evitando una excesiva intervención por parte del adulto. Este acompañamiento respetuoso permite que cada niño pueda SER.